Ángel Ruiz en el Colegio Mayor Peñafiel: «Una vida plena no tiene por qué ser una vida burguesa»

  angelruiz.jpg    Ángel Ruiz tiene 40 años. Es profesor de Filología Griega en la Universidad de Santiago de Compostela. Vivió en el Colegio Mayor Peñafiel de Valladolid desde los años 85 al 88 y ha vuelto ahora con ilusión para realizar un Curso de Antropología y Teología. Es Numerario del Opus Dei.

Ángel, ¿Te ha hecho ilusión volver al Colegio Mayor Peñafiel?   Mucha. Aquí pasé grandes momentos, de esos que no se olvidan nunca. Por eso me alegra haber vuelto este mes de agosto, para recordar la vida del Colegio y también disfrutar con el arte de Valladolid y su entorno.

¿Recuerdos más especiales de entonces?  Se daba mucha importancia al estudio, todo giraba en torno a ello. Los alumnos de Ingeniería y los de Medicina arrastraban mucho con su intensa dedicación. Los demás íbamos un poco a remolque, pero estudiábamos bastante.

Otras actividades…  Había muchas charlas-coloquio, tertulias y conferencias que teníamos con profesores de todas las áreas y con profesionales de la ciudad. Aquello te abría horizontes, te dabas cuenta de lo mucho que te quedaba por aprender y lo limitado de tus conocimientos. Era algo muy enriquecedor.

Y en Humanidades… Hacíamos muchas cosas, por ejemplo los más antiguos daban clases de latín y griego a los novatos. También creamos un grupo literario que se reunía todos los sábados. Ahora me doy cuenta de que éramos bastante ingenuos, nos creíamos que sabíamos mucha literatura y que éramos muy originales y no éramos más que estudiantes de letras que habíamos leído un poco, teníamos como idolillos a algunos escritores, éramos algo pedantes…Pero eso sí, la gran ilusión que poníamos suponía que profundizábamos en muchas materias gracias a la lecturas literarias.

Eso pasa en la juventud…   Entonces teníamos grandes inquietudes y grandes ideales. Debatíamos sobre las grandes cuestiones: políticas, filosóficas, de justicia social, la libertad. Buscábamos cómo mejorar el mundo. Sí, en parte son cosas de juventud; quizá ahora haya más decepción desde el principio, la gente joven querría hacer cosas pero parece derrotada antes de empezar.

¿Se plasmó todo eso en el futuro profesional de los que participabais?   Ya lo creo. Son muchos los compañeros que hoy son profesores de universidad, algunos especializados en humanidades. También hay arquitectos que compaginan su trabajo con la docencia y labores y publicaciones sobre arte; hay también escritores, críticos de cine, gente que aporta mucho a través de Internet, sacerdotes… Todo esto no hubiera sido posible sin el ambiente del Colegio Mayor Peñafiel.

¿Qué importancia tienen las Humanidades?  Mucha. Hay quienes piensan que su importancia se debe a su valor práctico, por su uso en términos de materias técnicas, en medicina, en la Historia de las Matemática, o en vocablos del lenguaje común… Yo creo que esto importa más bien poco: no está mal, pero es poco.

¿Qué interesa entonces?  Las Humanidades ofrecen algo más esencial que otras carreras; permiten bucear en los cimientos de la cultura occidental, por ejemplo leyendo a fondo los textos que la han hecho posible. Pienso que una persona conocedora del latín y el griego o cualquier otra materia humanística tiene una autoridad especial que no tienen las demás y eso se nota; no habla de oídas: ha podido tocar el fondo de las cuestiones y eso le pone en otro nivel.

Bien, pero un estudiante de humanidades tiene pocas salidas profesionales…  Mi impresión es que la gente de humanidades se coloca más o menos igual que los demás. Puedo poner el caso de Galicia. Este año se han presentado 30 para 10 plazas en la especialidad de griego en secundaria. Posiblemente esta proporción no se dé en ninguna otra materia. Muchos de los alumnos que estudiaron hace años hoy son profesores universitarios o de secundaria, fijos o interinos, tanto en la escuela pública como en la privada.

Pese a todo, no dejan de ser algo «teórico»  Pero es necesario lo «teórico»: es vital. Se trata de buscar el sentido de la existencia humana. Preguntarse qué hacemos aquí, para qué estamos, de dónde venimos, cuál es nuestro destino.

Eso es demasiado elevado ¿no?  Creo que no. Si de lo que se trata es de no hacerse estas preguntas, conseguir cuanto antes un trabajo y poder descansar viendo programas rosas…Así no se va a ninguna parte. Una vida plena no tiene por qué ser una vida burguesa. Si en la etapa formativa de la vida no se fomentan las inquietudes profundas, es muy difícil tenerlas luego: la única salida será atontarse con la televisión.

¿Y tus alumnoscomparten esta filosofía?   Por suerte tengo muy buenos alumnos. Para empezar, han tenido que luchar contra el entorno familiar y social que trataba de impedirles hacer una carrera «inútil» y «sin salidas». Es muy gratificante darles clase. Son personas con mucho interés y tienen inquietudes que están muy por encima de la media.

¿Y su futuro?  Insisto que en que hay muchas salidas. Además la sociedad necesita de gente que se plantee las cuestiones de fondo y sepa dar respuestas «humanas» a los problemas diarios. Tiene que haber gente que parece que se dedica a algo «inútil». Esto nos enriquece a todos y mejora la sociedad. Si no, todos acabamos alrededor de una telenovela rosa, como he dicho…Puede que uno esté muy cansado y un día sólo le guste ver un programa des este tipo, pero es importante que sea consciente de su escasa calidad e interés humano. Si todo es diversión, el horizonte se estrecha y se reduce. J. L. G.